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La muerte no significó para los vikingos el fin de todas las cosas, sino sólo un paso hacia otra forma de existencia. El viejo nórdico conoce tres términos para los muertos: lik (el cadáver), nár (el cadáver), hrœ (la carroña).
La calavera y los huesos cruzados son, por lo tanto, un símbolo de reconocimiento del paso al mundo de los Dioses.